29.11.11

Si se muere un caballo en mi cabeza

Si se muere un caballo en mi cabeza

un caballo-niño,

espástico y lloroso

como un charco inenarrable violado por el sol,

que alumbre su espinaso ante el enjambre

de ángeles y moscas.


Vendrán a mi llamado los insectos,

y muñequitas de opio

que quitarán el hollín de las ventanas,

las telarañas de mis ojos,

y curvarán mis comisuras,

haciéndome llover.


Más tarde vomitaré rojas orquídeas

sobre el mantel del desayuno,

mi proyecto frustrado de la bestia

vendrá en puntillas por la espalda

a robarse mis dientes de leche.



Máscara y caballo serán el mismo barco,

en el amago virulento de moverme

imitará mi sombra el viento de los ríos,

nadando hacia la orilla, levemente.



Si se muere un caballo en mi cabeza,

en esta piedra grabada en otro idioma

ofrendará sus intestinos en mis manos

para que pueda describirlo con justicia.


Manso caballo del silencio,

rehén de los festines,

de los crepúsculos violetas y salvajes

y poemas mandados a la horca.



Hijo predilecto

de las horas quietas a la vera

de las calles de tinta y horizonte

postrado para siempre en un cajón.



Toda cosa comida de alimañas

toda cosa de cuero y laberinto

como el punto final de los galopes

de una larga sintaxis de caminos.

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