9.2.10

Sirenas en la decapitación del niño de cristal


Hoy a ti, pequeño fuego; ya que has venido al mundo,
te diremos ésto y otras cosas:

No eras un conjunto roto encontrado por azar
entre las piernas de una madre.

Eras más bien la conjunción de todas las roturas y los significados
que intentamos vislumbrar.

Cuando intentamos nombrarte fracasamos,
estás ahí, en algún costado,
lo suficientemente lejos
sonriendo
con esa sonrisa imposible.

Tal vez, cuando llueve fuerte
si se te arranca del agua
con la fuerza suficiente
dejes tu nombre flotando.

O tal vez, te dejes la piel
o el nombre de tu piel como el agua
te deje flotando.

Pero luego te ví en sueños, con los pies hurgando en la basura
y los ojos más hermosos que haya visto.

Ojos constelados como un largo maullido de estrellas.

Ojos para alcanzar a los mostruos del aire
y herir a las bestias de los mares.

Cerca, con los poros del cuerpo exudando soles niños.

Lejos,
detrás del horizonte que huye del fuego,
detrás del combustible del fuego,
del horizonte que huye de ti.

Las líneas son insuficientes.

En tu honor; pequeña cosa,
me haré viejo lentamente.

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