No había rencor en las palabras
que encerré bajo llave en una caja
y que hoy he liberado por error,
no decían: "avispas" o "tristeza" o "cementerios",
decían: limoneros de alas blancas,
y muelles anclados a los pies del río
como si durmieramos de pie
en páramos verdes varados en la infancia
sin dicordancia entre amor y salvajismo
donde casi era la mismo
el robo de besos que el robo de naranjas.
Yo era un buen amigo de mis alrededores
llevaba el apodo que las cosas me habían dado,
y no me ofendía ni el frío ni la noche
adonde fueran mis pies allí estaba mi casa,
en las lloviznas altas o en las viejas casuarinas
me arrojaba desde el sótano del cielo
en vuelo de trémolo y relámpago y cometa,
rodaba por las tejas cocinadas por sol
como un psicopompo demente y afiebrado.
A veces, venía sola la tarde cristalina,
aquella bruja anciana de relojes y bostezos
se peinaba asomada a los aljibes
y sus cabellos eran sauces somnolientos.
Yo dibujaba en la cocina de la abuela
monstruos y garabatos y naves fabulosas,
ellos eran mis guardianes al silencio de la siesta
que velaban por mis armas de hilo y de madera.
Palabras liberadas por error,
un enjambre como un solo de trompeta,
personajes y paisajes mezclados sin sentido,
y que encima, se lanzaron a buscarme,
porque no entendieron,
o no me prestaron atención,
cuando les grité que era yo mismo,
y que aquel niño
solo habitaba en un poema.
)O(
que encerré bajo llave en una caja
y que hoy he liberado por error,
no decían: "avispas" o "tristeza" o "cementerios",
decían: limoneros de alas blancas,
y muelles anclados a los pies del río
como si durmieramos de pie
en páramos verdes varados en la infancia
sin dicordancia entre amor y salvajismo
donde casi era la mismo
el robo de besos que el robo de naranjas.
Yo era un buen amigo de mis alrededores
llevaba el apodo que las cosas me habían dado,
y no me ofendía ni el frío ni la noche
adonde fueran mis pies allí estaba mi casa,
en las lloviznas altas o en las viejas casuarinas
me arrojaba desde el sótano del cielo
en vuelo de trémolo y relámpago y cometa,
rodaba por las tejas cocinadas por sol
como un psicopompo demente y afiebrado.
A veces, venía sola la tarde cristalina,
aquella bruja anciana de relojes y bostezos
se peinaba asomada a los aljibes
y sus cabellos eran sauces somnolientos.
Yo dibujaba en la cocina de la abuela
monstruos y garabatos y naves fabulosas,
ellos eran mis guardianes al silencio de la siesta
que velaban por mis armas de hilo y de madera.
Palabras liberadas por error,
un enjambre como un solo de trompeta,
personajes y paisajes mezclados sin sentido,
y que encima, se lanzaron a buscarme,
porque no entendieron,
o no me prestaron atención,
cuando les grité que era yo mismo,
y que aquel niño
solo habitaba en un poema.
)O(
1 comentario:
Lo que leo me agrada... Un estilo muy particular... a veces desconcertante (quizá eso lo ha hecho más de mi gusto...)
Espero leerlo más seguido por aquí.
PD. El relato del robot y el zombi es grandioso, brutaloide, se me antojaría decirlo...
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